Entrevistas

Martínez Albertos: “Me siento satisfecho de haber dejado detrás de mí una escuela para el periodismo”

Martínez Albertos en la terraza de su casa en Madrid / F.P.
Martínez Albertos en la terraza de su casa / F.P.

Como profesor dispuesto a impartir una clase más, con los libros sobre su mesa, José Luís Martínez Albertos acoge en su casa esta entrevista. El lugar elegido da la pista de la personalidad de este Catedrático Emérito que puso en marcha el Departamento de Periodismo I de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense y que extendió además su Teoría de los Géneros Periodísticos por todo el mundo.

En la emblemática Ciudad de los Periodistas de la capital española, el profesor echa una vista atrás para situarse en la que fue durante años su otra casa, algo así como el paraíso, según lo define él mismo.

Felipe Pulido: Cuando se cumple casi una década desde que dejó el Departamento de Periodismo I de la Facultad de Ciencias de la Información como Catedrático Emérito. ¿Cómo recuerda el momento en el que dejó el Departamento que usted mismo había fundado?

Martínez Albertos: Fue un trauma psicológico, aunque tampoco hay que dramatizar. En 1986 empezó a funcionar oficialmente el Departamento, pero desde 1975 y 1976 ya venía haciéndolo en parte. Cuando empieza la Facultad los únicos departamentos reconocidos eran aquellos que provenían de las facultades que ya estaban en funcionamiento. Todas las enseñanzas nuevas estaban sin ningún tipo de reconocimiento. No obstante, nosotros nos agrupábamos ya. Por ello, aunque mi duración como director del Departamento de forma oficial fue de 16 años, en realidad fueron más. Fue duro dejarlo, porque toda mi vida universitaria en la Complutense se había volcado en ese Departamento. Además fueron muchísimos años de un contacto continuo y directo con gente con la que nos entendíamos muy bien. Una de las características del Departamento, y esto no es mérito mío, es que había un clima de una extraordinaria cordialidad, era una especie de paraíso.

F.P.: Conociendo que le encanta la natación, y que lo sigue practicando, ¿Tuvo que hacer muchas brazadas para poner aquello en marcha?

M.A.: No, aquello vino dado por el mismo curso legal de los acontecimientos. Las Facultades de Ciencias de la Información comienzan a funcionar en el curso 1971/72, apoyándose en una Ley General de Educación de 1970. No obstante, después hubo que estar esperando a que las leyes llegaran una detrás de otras. Por ejemplo, el Real Decreto de Departamentos Universitarios, que reestructuró todas las facultades. A partir de ahí tuvimos un reconocimiento pleno y conseguimos que estuviera representado en la Junta de Gobierno de la Complutense. Para entonces, ya habíamos alcanzado ya una madurez académico-burocrática.

F.P.: ¿Qué diferenciaba la Universidad de aquel entonces con la que usted dejó?

M.A.: Era radicalmente distinta. En los años en que yo daba las clases en el Máster como Catedrático Emérito, se estaba preparando la aplicación de los planes de Bolonia. Sin embargo yo me fui antes de que se produjera la aplicación de ese sistema. Era algo radicalmente diferente a lo que nosotros teníamos en 1971. En esa época, la universidad estaba asentada en el principio de la clase magistral, en la que la interrelación era más bien pequeña. También en los departamentos ha cambiado la cosa, según he podido saber, ya que ahora mantienen unas relaciones más directas de unos departamentos con otros. El panorama es muy distinto.

Un momento de la entrevista.
Un momento de la entrevista.

F.P.: Dice que el panorama era muy distinto, pero hay cosas de aquel entonces que se han mantenido, como su amistad con aquella gente del Departamento como la profesora Luisa Santamaría, el profesor Ángel Benito y muchos otros…

M.A.: Acabas de citar los nombres de unas personas que nos conocemos desde la Escuela Oficial de Periodismo, de 1955-1958. Allí coincidimos. También con el profesor José Julio Perlado, aunque no era del mismo curso, y Luis Núñez Ladeveze, entre otros. Fue una promoción realmente buena.

F.P.: No era fácil el acceso a la Escuela de Periodismo…

M.A.: Se entraba mediante un examen previo, como una especie de oposición. Nosotros entramos 60 en mi promoción y había entre 400 y 500 solicitudes. Había que hacer un test de actualidad, pero además entregar una memoria autobiográfica propia. La mía la escribí en Mallorca, que soy medio mallorquín, mis padres vivían allí. Al mismo tiempo estaba haciendo las prácticas de oficial del Ejército como alférez de Complemento. Recuerdo que escribí la memoria haciendo las prácticas. El que era director de la escuela de Periodismo, que fue durante muchos años director general de prensa, Juan Aparicio, leía las materias y sometía a los aspirantes a un examen muy profundo.

F.P.: Venía además de estudiar otra carrera, ¿Qué encontró allí que no había encontrado hasta ese momento en su vida?

M.A.: Yo venía de haber terminado Derecho. Pero lo había hecho de una forma un tanto rara. Hice dos años de alumno libre y dos años de alumno oficial. Eso de ir cambiando no me permitió hacer mucho contacto con la gente. Frente a esto, me encontré en Madrid un bloque de alumnos muy volcados hacia fuera y muy vocacionalmente volcados hacia la literatura. En aquella época, muchos que hacían periodismo eran novelistas fracasados, que pensaban en el periodismo como un instrumento para alimentarse mientras hacían otras tareas. Había además muchos sacerdotes. El conjunto humano fue muy valioso. Yo hice allí muchos amigos. Encontré amigos como Ángel Benito, María Luisa Santamaría… Y muchos otros. Era, además, un contraste entre relaciones frías y académicas a un tipo de relaciones cordiales. La Escuela Oficial de Periodismo era muy irregular, desde el punto de vista académico. Había muy buenos profesores, pero otros no tanto.

F.P.: Cree que ha ganado en seriedad con los años?

M.A.: Sí, mucha.

F.P.: ¿Cree que todavía le falta?

M.A.: Probablemente sí, porque nunca se alcanza. Fue uno de los empeños que tuvimos lo que pusimos en marcha las facultades. Algunos de los profesores que había entonces estaban por razones de enchufe político, ya que la Escuela de Periodismo provenía del Ministerio de Información y Turismo. Pero también hay que destacar que había grandes profesores como, por ejemplo, el economista José Luís Sampedro.

F.P.: Comentaba que era medio mallorquín, pero usted nació en Vigo y su familia proviene de Almansa (Albacete), ¿Qué recuerdos guarda de su infancia?

M.A.: Yo me fui con ocho años de Vigo. Llegué a Mallorca con mis hermanos y mis padres. Allí estudié bachillerato. Tengo muy buenos amigos allí. Eran los años de la postguerra, aunque en Mallorca las escaseces fueron menores que en España, porque es una zona muy autosufiente. Estuve estudiando en un colegio que llevaban los padres franciscanos de Inca, que se portaron conmigo de maravilla y guardo muy buenos recuerdos.

F.P.: ¿Era allí ya un obsesionado de la lectura?

M.A.: Obsesionado no es la palabra, más bien interesado. Yo recuerdo que me leí el libro “Lo que el Tiempo se llevó”, un libro que muy poca gente se ha leído al pié de la letra, en unas vacaciones, un año que tuve que hacer un descanso por enfermedad. Nosotros vivíamos en un chalecito a las afueras de Inca, que tenía zonas de jardín. Allí me leí el libro. Y allí en Mallorca comencé a dar mis pinitos como periodista. Se fundó un semanario en Inca, que se llamaba “Ciudad”, y allí nos reclutaron a unos cuantos. Luego ya conecté con un gran amigo mío, Pablo de Irazazábal, que estaba trabajando aquí en Madrid ya, en la Actualidad Española, que me dijo que podían tener un sitio para mí.

F.P.: Usted piensa que la escritura se debe desarrollar antes de los 14 años…

M.A.: Yo soy de la teoría de que quien a los 14 años no ha sido capaz de asimilar lo que podemos llamar las reglas de juego de la escritura es muy difícil que lo haga en el resto de su vida. Hasta los 14 años se va modelando el estilo; el concepto de la sintaxis, los signos de la puntuación, o lo haces antes de los 14 años o es muy difícil. Llegaba gente a la facultad que no sabía escribir.

F.P.: No sabían escribir…

M.A.: En la Facultad tuvimos unos años que entraba gente con unas escrituras horrorosas. Eso se debía a que se permitía el acceso a todo el mundo. Fue una política de las autoridades académicas de la Complutense, instigada por el Ministerio, de no poner límites a la gente que quisiera venir, con el objetivo de que la Facultad tuviera resonancia y repercusión política y académica. Recuerdo una chica a la que suspendí, que tenía incluso faltas de ortografía, y vino a protestarme por la calificación. Ella me dijo que la ortografía y la escritura son “tics” burgueses que había que superar. Yo me encontré mucha gente, no sé si por razones ideológicas, que tenían muy malos conocimientos. En cambio, en las escuelas de periodismo no se daba ese caso, la gente era más madura desde el punto de vista humano. Luego después, cuando pusieron los criterios de selectividad y la nota de corte, se notó muchísimo, porque automáticamente desaparecieron las faltas de ortografía. Pero la gente seguía escribiendo mal. Como decía Umbral: “la ortografía es un mecanismo de ordenador, pero la sintaxis es el arte de la construcción de la frase”.

F.P.: ¿Qué es para usted el periodismo?

M.A.: Yo me encuentro muy desengañado ya sobre el periodismo actual, porque es una cosa distinta de la que yo viví. Yo sigo aferrado a  ideas que deben ser obsoletas, viejas, pasadas de moda. Felipe González decía que los ex presidentes eran como jarrones chinos, que no se sabe qué hacer con ellos. Yo creo que el periodismo es el arte de decir a la gente lo que ocurre a la gente. Lo básico del periodismo está en la información, pero el periodismo tiene dos bases: la información y el comentario. Para que exista el comentario debe haber primero una información suficiente. Yo siempre he estado en contra de identificar periodismo y literatura. El periodismo es una función política. A través del periodismo se cumple el objetivo de informar al ciudadano, la literatura sirve para entretener. El periodismo es esa actividad sociocultural que sirve para atender una de las exigencias de los ciudadanos en una determinada comunidad. Para mi básicamente el periodismo está basado en una teoría de los géneros periodísticos. A través del respeto de los géneros periodísticos estamos haciendo el juego limpio con los ciudadanos. Yo creo que actualmente ese respeto por los géneros periodísticos se ha perdido y lo que se hace es un engaño.

F.P.: El nacimiento de los periódicos se produce por la unión de la actualidad y la periodicidad. El Daily Courant se considera el primer diario, nacido en Inglaterra a comienzos del XVIII. Pero nos encontramos con que la periodicidad se ha roto en Internet en muchos casos y se ha implantado la inmediatez. ¿Se quedaría ambiguo el término periodicidad?

M.A.: Te estás refiriendo con ello a lo que decía Dovifat; a los conceptos de periodicidad, actualidad y máxima difusión. Cuando establece esos tres elementos está hablando de un modelo de periódico de la primera mitad del siglo XX. Si todo lo que suponen las nuevas técnicas es que el concepto de periodicidad de ha ido al cuerno no me preocupa demasiado. La instantaneidad, en cualquier caso es relativa, porque se guarda  una cierta periodicidad. Para mi uno de los elementos básicos que diferencia el periodismo de antes y de hoy es el de máxima difusión. La actualidad es igual, aunque ahora es todo mucho más inminente. Eso hace que muchos mensajes sean concebidos para que los reciba mucha gente heterogénea. El concepto de máxima difusión hace que el periodismo sea un elemento básico para la cultura de masas porque son mensajes concebidos para que los reciba mucha gente heterogénea. Eso se puede entender como el periodismo constructor de una mentalidad liberal. El periodismo ha contribuido muchísimo en la conformación de lo que son los mitos liberales. Buena parte de ese apoyo está basado en que el público es un público masivo. El público actualmente no tiene por qué ser masivo, sino que puede ser más individualizado, a grupos más reducidos. Eso que es ya una realidad con el tiempo se puede extender y hacer más individualizada la comunicación.

F.P.: ¿Se considera un referente para el periodismo? (Sabiendo que sus libros se estudian prácticamente en todas las universidades de habla hispana).

M.A.: Me encuentro muy orgulloso del libro “Curso General de Redacción Periodística”, que es una edición del año 93, que sigue reeditándose y vendiéndose en España y América. Yo creo que esa ha sido mi aportación al mundo a través de la teoría de la comunicación periodística; la elaboración de un cómputo que permite entender cómo son o cómo eran los géneros periodístico , en qué consiste el lenguaje periodístico, cuáles son las diferentes modalidades de lenguaje periodístico y cómo teóricamente debieran elaborarse los géneros periodísticos. Yo creo que esa ha sido mi aportación, y en ese sentido creo que me siento satisfecho porque digamos que he dejado una escuela, hay mucha gente que sigue esa línea no solamente en España, sino también fuera. Al mismo tiempo tengo que hacer un acto de fe, y es que esta idea me vino dada por el que fue para mí un gran maestro intelectual, que fue el profesor Antonio Fontán. En una ocasión estando en Pamplona me sugirió la idea de que yo desarrollara y trabajara la teoría de los géneros periodísticos. Él me la esbozó. En un acto de reconocimiento digo que si yo empecé a trabajar en esa línea fue porque él me lo sugirió.

F.P.: Si tuviera que resumir su vida en una frase

M.A.: Fui amigo de mis amigos, aunque en ocasiones me haya podido equivocar al tomar decisiones que les afectaran.

F.P.: Amigo, amistad…

M.A.: En concreto estoy pensando en mi gente del Departamento de Periodismo I de la Facultad. Y concretamente en un profesor acerca del cual tuve que tomar una decisión que me dolió mucho y que a él también le dolió, y que creo que me equivoqué… Y que sigue siendo mi amigo a pesar de todo.

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