Cuando los servicios públicos fallan, el ciudadano es el primer afectado
¿Qué pasa cuando el transporte público está en huelga? Cualquier persona diría que es un ciclo normal en el que los empleados del transporte no llegan a un acuerdo con la empresa contratante. Sí, es verdad. Pero ¿si esa huelga se prolonga durante más de dos meses en una ciudad tan urbanizada y necesitada de movilidad como es Madrid? Ahí la cosa cambia.
Fotografía: Asier Mendizábal Merino | Está claro que ese día, en la Estación Nuevos Ministerios no íbamos a coger todos el tren
Pues ese es el caso de la Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles, más conocida como RENFE. Esta huelga está secundada y apoyada por los sindicatos CGT y Sindicato Ferroviario por la segregación de la operadora en cuatro sociedades. Es decir, la empresa se convertirá en un holding de cuatro compañías diferentes (una se dedicará al transporte de viajeros, la otra al transporte de mercancías, la tercera se ocupará del mantenimiento y de labores de taller y la cuarta compañía alquilará los trenes excedentarios a otras compañías). Los sindicatos, por su parte, reiteran que esto se debe a una privatización y que recurrirán hasta las vías judiciales para detener dicha acción.
En Madrid, a diferencia de otros lugares de España, los ciudadanos deben coger de media tres transportes públicos diferentes, y muchas veces combinando el metro, el autobús y el cercanías. En el caso de que uno de estos transportes falle, el viaje para ir al trabajo, a la universidad o a casa se vuelve fatídico.
Es cierto que hay una tabla de RENFE en la que exponen los servicios mínimos que permiten compatibilizar el derecho a huelga con el derecho a la movilidad de los usuarios, pero dicha tabla sólo está disponible en ciertas estaciones importantes (como en la de Atocha y Chamartín), y no existen trípticos para el usuario (ya que los pedí en la estación de Asamblea de Madrid – Entrevías y me dijeron que RENFE no había fabricado tal material). En cambio, te permiten mantenerte informado mediante un número con prefijo 902, es decir, que debes pagar para saber si tu tren de mañana llegará tarde.
Por otro lado, he sufrido la experiencia de estar media hora esperando al tren, por motivos de la huelga, y éste al llegar a mi estación, encontrarme que el tren estaba tan lleno que no había opción de entrar (similar a los que ocurre en los metros de Japón), y tener que esperar (aún más) para el siguiente convoy (rezando, de una manera politeísta, a que el siguiente no estuviera completo). Estas acciones repercuten negativamente en la vida de los habitantes de Madrid (a mí, por ejemplo, me ha ocasionado faltar a algunas clases de la universidad por llegar extremadamente tarde a la facultad).
Soy el máximo exponente, propulsor y usuario de los transportes públicos, pero considero que, aquí en España, hay una ausencia de facilidades para promover el desplazamiento ecológico (como el uso de las bicicletas, autobuses o trenes). El transporte público hay que fomentarlo, y así declaran nuestros gobernantes, pero las trabas que nos ponen a los usuarios, nos hacen platearnos si nos conviene mejor comprarnos un coche.
Ya se vuelve insostenible el hecho de que lleguemos tarde a trabajar o a la universidad. Y teniendo en cuenta el precio que pagamos (más de 50 euros al mes), estamos en nuestro derecho de exigir un transporte público de calidad.