El Manzanares y sus puentes de piedra
Cuando viajamos a ciudades europeas como Praga, Roma o París, cruzamos los ríos que las atraviesan y nos maravillamos con sus monumentales puentes. Bien es cierto que en Madrid no tenemos el Sena o el Puente de Carlos, pero también deberíamos sentirnos orgullosos de nuestro Manzanares y su Puente de Toledo, por poner algún ejemplo.
Esta reflexión vino a mi mente esta mañana cuando, como cada día, decidí bajar en bici con mi perro por la Avenida de Portugal hasta Madrid Río. Al llegar al Puente de Segovia me detuve a contemplar de nuevo el Palacio de Oriente, la Catedral de la Almudena y la Basílica de San Francisco el Grande. Desde la orilla derecha del río Manzanares las vistas son impresionantes y nunca me canso de ellas.
Aunque el día es frío, típico del mes de diciembre, el sol ha hecho acto de presencia y dibuja unos brillos en el agua que me hacen detenerme en el puente y lo descubro como si fuera la primera vez que lo veo. Situado en el cruce de la calle Segovia atraviesa el Manzanares hasta el Paseo de Extremadura. De repente recuerdo un artículo que leí hace unos años en el diario “El País” y que lo señalaba como el más antiguo de Madrid.
El viejo Puente de Segovia
El artículo de “El País» explicaba que durante el soterramiento de la M-30 a su paso por el río Manzanares, se habían encontrado restos arqueológicos de lo que fue la antigua puente segoviana (situado a unos 95 metros del actual) y de seis pilares de la primera puente toledana, junto al actual Puente de Toledo. Según la Dirección General del Patrimonio de la Comunidad “ambas construcciones hidráulicas –anteriores al siglo XV– son las más antiguas documentadas hasta el momento”.
Las primeras referencias a la construcción de un puente de madera que cruzaba el río de Madrid, las encontramos en dos cartas de Alfonso XI y en poemas de Luis de Góngora, pero no es hasta 1974, cuando el ingeniero Carlos Fernández Casado publica un estudio exhaustivo del río y sus puentes, devolviéndoles todo el esplendor que se merecen. Recomiendo leer “Madrid y el Manzanares: el río, la ciudad y sus puentes”.
El actual Puente de Segovia, por el que circulan cada día cientos de coches, es un monumento renacentista, construido durante el reinado de Felipe II por Juan de Herrera, responsable –entre otros– del Monasterio de El Escorial y del Palacio Real de Aranjuez. El puente original, inagurado en 1584, ha sufrido distintas reformas a lo largo de su historia. Volado en 1936 durante la Guerra Civil, fue reconstruido años después con algunas variaciones respecto al original: se añadieron dos patines a cada lado y un embarcadero (que puede apreciarse en la imagen). En 2007 se soterró la M-30 que pasaba por debajo y se limpió y acondicionó el puente, tal y como lo conocemos hoy.
El puente está realizado en sillares de granito y tiene nueve ojos con arcos de medio punto. Los arcos van decreciendo gradualmente desde el arco central (el más ancho). La ornamentación es bastante sobria: coronado por un sencillo antepecho con adornos esféricos de granito que siguen la línea vertical de los pilares, custodiados por tajamares.
El monumental Puente de Toledo
Vistas del Puente de Toledo/Karmen Pascual |
El calorcito del sol me anima a acercarme hasta el próximo puente, por el que no camino desde hace mucho tiempo. Es el Puente de Toledo, a mi gusto el más bonito de Madrid, sobre todo desde que fue restaurado pocos años atrás durante el desarrollo de Madrid Río.
Al acercarme puedo apreciar que las hornacinas situadas en el centro con los patrones de la ciudad: Santa María de la Cabeza y San Isidro (construidos en 1723) están protegidas con una malla naranja de obra para su limpieza. ¡No importa! ¡Para otra vez será!
Subo por la rampa situada en la glorieta de Marqués de Vadillo y cruzo hasta la glorieta de Pirámides, bajando por otra rampa similar. ¡Vaya con mi despiste! No me había fijado nunca que aquí hay otras dos rampas transversales. Según cuenta la historia, daban antiguamente acceso a los lavaderos y a las huertas situados en la orilla del río. Llama también mi atención la fuente (diseñada por Ribera) y los obeliscos del siglo XIX.
Desde allí, me sitúo en un lateral y miro hacia el agua descubriendo su estructura central: nueve arcos de medio punto con sólidos contrafuertes y tambores que se rematan en balconcillos. De estilo barroco, churrigueresco, su origen se sitúa en el siglo XVII, cuando Felipe IV decide enlazar la Villa de Madrid con el camino de Toledo. El primer puente se terminó en 1660, y era conocido con el nombre de Puente Toledana. Dos crecidas posteriores del Manzanares obligaron a levantarlo de nuevo en dos ocasiones (1671 y 1732).
En 1956 el puente es declarado ‘Monumento Histórico Artístico’ y en 1992 ‘Bien de Interés Cultural’, que anima a una restauración que concluye en noviembre de 1997 (como reza una placa situada en el puente).
El regio Puente del Rey
Se está haciendo tarde, así que es hora de retroceder hacia el Puente de Segovia, camino a casa. Tras quince minutos pedaleando, mi perro y yo llegamos a nuestro destino desde donde se ve Príncipe Pío al fondo. Y entonces, recuerdo: un poco más adelante tenemos el Puente del Rey, también de piedra. Decido acercarme y así llevarme una idea más completa de nuestro patrimonio hidráulico. Quizás no sea tan rico en ornamentos como el de Toledo, o tan antiguo como el de Segovia, pero su nutrida historia sí merece un recordatorio.
Este puente, que comunica la glorieta de San Vicente con la Casa de Campo, se construyó en el siglo XIX. Fernando VII decide levantarlo en 1816 para unir el Palacio Real con la Casa de Campo, su recinto privado de caza. Se convierte así en el primer puente real, de donde toma su nombre, aunque durante la República fue denominado “Puente de la República”.
Cuando en 1931 se abren estos jardines al público, se ensancha el puente y se convierte en su vía de acceso principal. Fue objetivo militar de gran relevancia durante la Guerra Civil, ya que servía de paso para el abastecimiento de munición y personal en el transcurso de la batalla de la Ciudad Universitaria. Tras soterrarse la M-30 en 2007, el Puente del Rey se convierte en peatonal.
Está construido en piedra de granito y, como en el caso del Puente de Segovia, su ornamentación es escasa: tan solo unos medallones situados por debajo de la imposta, en línea vertical con los tajamares. Tiene una estructura de cuatro arcos sobre pilares reforzados por tres tajamares iguales a cada lado.
Mientras subo por la Avenida de Portugal, pegada a la Casa de Campo, sonrío satisfecha de nuestro patrimonio y que no siempre sé apreciar.
Recuerdo el nombre de otros puentes de la ciudad, como el de la Reina Victoria, el nuevo de “Perrault”…
Pero ¡esa es otra historia!