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Recuerdos del pasado que permanecen en el presente

El Museo Cerralbo posee una de las mejores colecciones de arte de la ciudad pero continúa siendo un gran desconocido para los madrileños.

Museo CerralboMadrid nunca deja de sorprender a sus gentes, donde uno menos se lo espera podemos encontrar cosas increíbles, si bien es cierto que la mayoría de veces no es muy difícil, porque la multitud camina rápido, sin reparar en lo que hay a su alrededor, por lo que es normal que en muchos casos, los lugares más maravillosos nos resulten desconocidos.

Esto es lo que me sucedió al descubrir este palacio, un baúl de recuerdos que alberga la memoria de la vida social y cultural de antaño, el Museo Cerralbo. Saliendo de Plaza España por calle Ferraz tras pasear no más de cinco minutos nos encontramos con un edificio de finales del XIX inspirado en un hotel francés de la época. Puede pasar desapercibido, pero una vez reparamos en él es imposible no fijar su atención en lo que significa.

Este edificio concebido desde 1883 como casa y museo al mismo tiempo, fue sede de las obras de arte reunidas por Enrique de Aguilera y Gamboa, marqués de Cerralbo, aristócrata, hombre de política, coleccionista y arqueólogo. Interesado en hacer perdurar sus colecciones extraídas de los numerosos viajes que realizó y que sirvieran a los estudiosos de la ciencia y el arte, donó su patrimonio a la nación española a su muerte en 1922.

Pero a pesar de los objetivos del marqués, en la actualidad es uno de los museos más desconocidos para los ciudadanos, en comparación con otros grandes como el Prado o el Reina Sofía. Por esto precisamente mantiene ese aire de misterio y exclusividad a la vez al conservar la decoración original.

Un museo singular, de ambiente, en el que el conjunto fue considerado una de las colecciones privadas más importantes del país en su tiempo. Unas 50.000 piezas del siglo XVI al XIX entre las que se encuentran todo tipo de objetos. Desde esculturas, cuadros, monedas y armaduras hasta joyas, cerámicas y muebles, entre otros muchos son las tan peculiares piezas que pueden contemplarse en este palacio rebosante de arte.

Nada más entrar, los visitantes son invadidos por el mismo espíritu aventurero que tenía su dueño. Este palacio-museo hace volar la imaginación por un recorrido a través de las costumbres aristocráticas y de la vida cotidiana en una casa madrileña. El jardín romántico en medio de la urbe te traslada a puntos remotos, lejanos de la ajetreada capital, la escalera de honor en la entrada transmite la grandeza de la familia que era o la sala de baile, una de las dependencias más suntuosas de la casa, son algunos de los espacios en los que el invitado puede soñar con un tiempo remoto.

A pesar de todo, es un gran ignorado entre el gran público. Sin embargo, nos queda el consuelo que siguen existiendo muchos “marqueses de Cerralbo” que buscan mantener vivo ese espíritu tan especial que lo diferencia. Llevan a cabo exposiciones periódicas, como la que se puede disfrutar en estos momentos hasta el 12 de enero: Toilette. La higiene a fines del siglo XIX o ponen en marcha iniciativas como la de una ruta cultural alternativa en Madrid para darse a conocer y el Barrio de la Música con diversas actuaciones en vivo.

Estos “marqueses” mueven la cultura y ponen el arte al alcance de todos, aun sabiendo que la mayoría no notemos su presencia y más en estos tiempos de crisis en los que la cultura, según algunos interesados, parece ser algo superfluo en el desarrollo de nuestra sociedad. A pesar de ello, gracias a su existencia siempre habrá gente que repare en él y recuerde a este gran desconocido: el Museo Cerralbo.

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