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Estación del Norte. Crónica de una muerte evitable

El último tren partió de sus vías rumbo a Galicia hace ahora 20 años. Desde entonces, abandonada a su suerte, procura parar el tiempo a la espera de que se anuncie su próximo destino.

estacion_lateralLa Puerta de San Vicente, de espaldas al río Manzanares, sirve de ventana a un imponente edificio declarado Bien de Interés Cultural: la Estación del Norte, a medio camino entre los Jardines del Campo de Moro y la Rosaleda del Parque del Oeste.

Parte se ha reconvertido en el centro comercial e intercambiador de transportes “Príncipe Pío”, con un dudoso gusto (según mi humilde opinión). Pero mi atención se centra en el edificio colindante, punto de partida del ferrocarril hacia el norte de España y que hoy muestra un abandono total.

Hace ya muchos años que los trenes han dejado de partir de sus vías pero “la gente del Norte” aún recordamos con nostalgia el trasiego de los pasajeros arrastrando sus maletas para coger ese coche-cama que nos acercaba a nuestra tierrina, mientras soñábamos con despertarnos en casa.

He olvidado la última vez que pisé su vestíbulo, coronado con inalcanzables techos de madera y lámparas art-decó, o que bajé en uno de los ascensores de madera a sus vías, cubiertas de hierro y cristal, como mandaba la moda europea de principios del siglo XX.

Hoy solo me queda contemplar su reloj, detenido a las 12 horas “y pico” de un tiempo indeterminado –como las historias que encierran sus paredes– y contemplar con desasosiego cómo su fachada se deteriora cada vez más, mientras sus dos imponentes cúpulas pierden brillo. Eso sí, ni el abandono en el que está sumido este edificio le hace perder su halo evocador.

Cada vez que bajo por la Cuesta de San Vicente hacia el río, camino a casa, miro hacia su reloj con la esperanza de que sus manillas marquen el tiempo actual. Pero de nuevo caigo en el desánimo al ver una nueva ventana rota. Y, sin darme cuenta, me sorprendo hablando a quien quiera escuchar: “¿por qué nadie se preocupa de devolverle su esplendor?”.

Ni siquiera puedo sacar una foto aceptable a su digna decadencia, porque unas vallas de hierro oxidado la rodea y unas monstruosas carpas que albergan un evento gastronómico, ocultan su entrada.

estacion_relojUna historia de luces y sombras
La Estación del Norte comenzó a construirse en 1859 por iniciativa de la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España (de ahí su nombre), para enlazar Madrid con la frontera francesa, a través de Castilla León, Asturias, Cantabria y País Vasco. Pero su inauguración oficial no llegó hasta 1882, ya que su tráfico estaba muy mermado a causa de la dificultad de accesibilidad para viajeros y mercancías que suponía el gran desnivel de la montaña de Príncipe Pío, donde fue emplazada.

Tras diferentes ampliaciones, sufrió grandes daños durante la Guerra Civil. Desde 1941, y tras la quiebra de la compañía ferroviaria del norte, pasó a pertenecer a RENFE. Llegó a ser la segunda estación de pasajeros de Madrid (tras la de Atocha) pero la inauguración de la Estación de Chamartín supuso su declive. En 1993 partió el último tren con destino a Galicia, cuando la estación se cerró definitivamente para transformarse en centro comercial e intercambiador de transportes; lo que hoy se conoce como “Príncipe Pío”.

El vestíbulo de salidas, objeto de mi nostalgia y que sirvió de escenario para la película “Balada triste de una trompeta”, se añadió a la estación en 1928. Aunque se barajó el proyecto de reconvertirlo en un teatro con un aforo de 2.000 localidades, sus 6.800 metros cuadrados permanecen cerrados, después de haber sido “ocupados” durante años por gente sin hogar. Hoy, el anterior patio de carruajes, sirve de parking para los empleados de Adif, empresa dependiente del Ministerio de Fomento y que se encarga de su explotación. Su última política: alquilar la vieja estación para eventos privados.

Quien quiera ampliar esta información y darse un largo paseo por el ayer y hoy de la vieja estación, puede visitar Fotomadrid. Y ya para “corazones fuertes” , el blog de abandonalia, que ofrece imágenes del deplorable estado actual de la estación.

estacion_torreonDesde el corazón
Quizás no soy objetiva, porque mi padre fue ferroviario muchos años y me enseñó a amar la idiosincrasia de las estaciones españolas y nuestros trenes, o porque esta estación forma parte de mi propia historia. Cuando llegué a Madrid para estudiar Periodismo con solo 17 años, Madrid me intimidaba por su gran tamaño. Así que me reconfortaba pisar el vestíbulo de la Estación del Norte para coger mi tren: ¡ya estaba un poquito más cerca de casa!

Hoy, sigo viviendo aquí, pero siento que la desidia de los gobiernos de nuestra ciudad hacia este edificio, nos está llevando a alejarnos cada día más de nuestra tierra, de nuestra historia. Yo voy envejeciendo y solo me queda machacar a mis hijos con la evocadora frase de los que cumplimos años: “cuando yo era joven, la Estación del Norte era imponente”.

Sirvan estas palabras mal hiladas como modesto homenaje a este edificio y a las personas que aún valoramos su estirpe mientras esperamos que alguien evite su muerte definitiva y trace su nuevo camino.

Karmen Pascual

Karmen Pascual

He hecho tantas cosas, he trabajado en tantos sitios, que ya ni los recuerdo. Aunque hice mis pinitos en radio, prensa diaria y televisión, mi profesión me ha llevado a escribir, mi gran vocación. He firmado en revistas nacionales como 'El mueble', 'Ser padres', 'Mía' o 'Man'; editado publicaciones como 'Traveller' o 'Casa al día'; coordinado y lanzado nuevos proyectos como 'Living at home' o 'Casa práctica' y nuevas paginas Web como 'infofutbol.com' o 'serpadres.es'. También he trabajado en gabinetes de comunicación como 'Acción Médica' o la ONG 'FEBHI' y revistas corporativas como 'Farmacéuticos' (Acción Médica) o 'Correos' (Reporter). Pero aún así, si tengo queresumir mi vida, me quedo con mi familia, mis amigos, mi tierrina y con mi maleta siempre lista para viajar a donde el viento me lleve. Hoy estoy haciendo un Máster de Periodismo Multimedia en la UCM. Mañana... ¿quién sabe?

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