CineConsumoCulturaLiteraturaOpinión

Sociedades más pobres

La bajada del consumo cultural puede traer consigo consecuencias nefastas. La cultura se está situando en el mismo escalón que otros bienes materiales. 

Una pancarta durante la huelga general del 29 de marzo de 2012 en Santiago de Compostela. / Diego Fonseca

El término consumo cultural es demasiado ambiguo. Relacionar consumo y cultura incluso es peligroso. No se consume un libro como se consume un yogurt de fresa, un kiwi o un gofre de nata. La cultura aporta beneficios intangibles que son difíciles de cuantificar económicamente. Alguien que haya leído a Vargas Llosa, a Kerouac o a Gabriel García Márquez no solo ha contribuido al PIB, sino que, sobre todo, ha contribuido consigo mismo. Es innegable que la cultura tiene su lado contable y, por tanto, genera beneficios económicos –a veces- y crea puestos de trabajo. Pero por encima de eso, la cultura aporta riqueza e independencia: otras perspectivas desde las que ver el mundo, otras formas de entender la vida. El mismo que ha leído a Vargas Llosa, a Kerouac y a Márquez ha hecho una inversión en sí mismo; ha crecido, posee más conocimientos y tiene otras perspectivas que le ayudan a leerse y a leer el mundo.

Los medios de comunicación escupen muchas veces el término consumo cultural, como si el consumo y la cultura fuesen servidos en el mismo plato y con los mismos ingredientes. Si en época de crisis prescindimos de Hitchcok y de Polanski como prescindimos de unas cuantas piezas más de ropa o de tomar otra copa en el bar de al lado, irremediablemente la cultura entra en el campo de lo prescindible, en el mismo que muchas veces habita el consumo. ¿Y entonces? Entonces, si le damos a la cultura la misma importancia que a un bien de consumo, la sociedad será mucho más pobre y, en consecuencia, más manejable.

Si la cultura se convierte en prescindible, como lo puede ser un segundo coche o un cuarto televisor, las perspectivas se reducen. Sin discursos alternativos, sin sociedades ricas en ideas y perspectivas, somos mucho más pobres. No es lo mismo que baje el consumo cultural a que se reduzcan las ventas de Inditex. La diferencia es que en el primer caso lo que se pierde es la riqueza intelectual, las formas de entender el mundo, la crítica de lo establecido. En definitiva, el paso hacia una sociedad más pobre.

*Esta entrada fue ideada a raíz del artículo de Juan José Millás en el diario El País.

Diego Fonseca Rodríguez

Periodista graduado por la Universidad de Santiago de Compostela. Experiencia en prensa impresa, prensa digital y radio. Ahora mismo en la Agencia EFE.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *