Opinión

¡Mamá, yo quiero ser cómo la Esteban!

Algunos colaboradores de Sálvame en el plató / Fórmula.tv
Algunos colaboradores de Sálvame en el plató / Fórmula.tv

La profesión seria que era el periodismo está sufriendo, desde hace unos años, un gran cambio. Y no estoy hablando de la inclusión de las nuevas tecnologías, sino del cambio de registro en la prioridad de los contenidos. Figuras como Ryszard Kapuściński o Matías Prats Cañete quedan en el olvido para dar paso a personajes como «la princesa del pueblo» o Kiko Matamoros. Una ola de “periodismo” del corazón inunda nuestras pantallas.

Hablamos de «telebasura», un término que no es nuevo y que puede molestar a todo el que forma parte de este mundillo. Pero señores, ¿qué nombre debe tener un espacio televisivo en el que X personas se gritan unas a otras y discuten sobre rumores, deslices, peleas o noviazgos de unos vividores famosetes? Estos trabajadores se hacen llamar periodistas, alegando que recaban información y tienen diversas fuentes. Perdone usted, ¿acaso si yo me compro un estetoscopio y me aprendo los efectos secundarios de un par de medicamentos, soy médico? Aunque lo cierto es que alguno de los tertulianos sí que tiene el título de Periodismo… ¡qué pena, años de estudio desperdiciados!

Poco a poco estas emisiones han ido cobrando importancia. Debido a los beneficios que producen, hay cadenas que introducen en su programación infinidad de espacios del corazón. Por ejemplo, una de las más conocidas emitía hasta hace nada todos los días Sálvame diario, el caso más paradigmático de este tipo de espacios, y (por si no fuera suficiente) los viernes sesión doble con Sálvame Deluxe.

Dispuestos a repartir las culpas, debemos aceptar que el principal problema es la propia audiencia. En efecto, el problema somos usted y yo (bueno más usted que yo, porque a mí no me gusta) que hemos permitido que esta programación estuviera cinco años y medio en antena. Lo malo de esto no es que exista, que también, aunque se puede entender que haya personas que consuman Sálvame y que puedan estar interesadas en sus contenidos. A mi peluquero y sus trabajadoras, el programa les encanta y como a ellos a casi dos millones de telespectadores que se han mantenido fieles durante todo este tiempo.

Sin embargo, un espacio donde se sacan los trapos sucios de sus invitados no parece un entretenimiento muy adecuado para el público infantil ¿no es así? Pues bien, precisamente por este motivo en las últimas semanas se ha levantado tanto revuelo para que Sálvame no continúe emitiéndose. Desde hace ya varios años diferentes plataformas y particulares de toda España  han luchado para que el programa se encuadre en otra franja horaria, ya que de 16:00h a 20:10h ocupa de lleno el horario infantil.

Por fin, recientemente, la Justicia ha obligado a la dirección del programa y a Telecinco a tomar las medidas pertinentes para respetar la ley. La “solución” llegó el 22 de diciembre y fíjense ustedes, sólo han tenido que pasar cinco años y medio para que se hiciera algo al respecto. Sálvame diario se parte ahora en dos: Sálvame Limón y Sálvame Naranja.

El primero, con contenidos más polémicos y picantes, termina a las 17:00h aprovechando que los menores están todavía en clase y posteriormente la edición naranja, la más suave y permitida a partir de los 7 años, que ahora se emite hasta las 20:10h. A los incondicionales de Sálvame no les ha hecho mucha gracia esta medida y no han parado de mandar mensajes de apoyo a la cadena con el hastag #YoVeoSalvame. ¿Por qué tanta queja? Porque de salir del horario infantil nada, lo único que se ha hecho es presentar de otra forma lo mismo de siempre.

De esta manera, se sigue propagando un mal ejemplo a todas esas nuevas generaciones que están aprendiendo que sin estudios, sin educación y con alguna mentira o lío con un personaje público, puedes cobrar una auténtica millonada. Desaparece por tanto la cultura del esfuerzo y se envían mensajes contradictorios a los más pequeños, aunque todo vale si es por enriquecer a una cadena de televisión. Parece que las niñas ya no quieren ser abogadas o veterinarias, por lo visto, ahora la moda es ser como Belén Esteban.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *