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Lectura en tiempos de pandemia: Fariña

Portada de Fariña. Imagen: Irea López

La frase «el cártel ya estaba instalado y la policía seguía persiguiendo cajetillas de tabaco» es quizás la que mejor define el argumento de Fariña, escrito por Nacho Carretero en el año 2015. El libro narra los orígenes del contrabando en Galicia: del estraperlo de productos de primera necesidad en la frontera con Portugal, al narcotráfico de cocaína y hachís, con los capos históricos a la cabeza, pasando por el famoso Winston de Batea.

Repleto de nombres de contrabandistas, fechas de descargas, kilos de droga, operaciones y anécdotas, el argumento de Fariña gira en torno a la situación que durante la década de los 80 se vivió en la zona de las Rías Baixas. Esa zona, olvidada por el Estado central, en la que la actividad ilegal de los capos se convirtió en un oficio más, digno de admiración, y gozó de tal inmunidad que permitió dar el salto del tabaco a la droga y llenó la costa de fardos.

A la corrupción de las autoridades gallegas y a la aceptación social generalizada, hay que sumarle la ausencia de legislación hasta el año 1982. Todo ello, puso a Galicia en el punto de mira de los principales cárteles colombianos y la convirtió en el escenario perfecto para la entrada de droga en Europa. Y, como es de imaginar, tantos kilos de droga en un territorio tan reducido, hicieron estragos en la sociedad de la época, dando lugar a lo que hoy conocemos como «la generación perdida´´. Aquellos jóvenes que perdieron la vida por culpa de su adicción a las drogas y cuyas madres decidieron emprender la lucha contra el narcotráfico ante la pasividad de las autoridades.

Carretero centra su atención en los capos históricos, aquellos míticos señores do fume que, por un motivo u otro, decidieron dar el salto al narcotráfico y estrechar lazos con los cárteles colombianos. Hablamos de «Sito Miñanco´´, Laureano OubiñaLos Charlines y Marcial Dorado; hombres que crearon en torno a ellos unas vastísimas redes de contactos que les permitieron desarrollar sus actividades al margen de la legalidad sin apenas consecuencias. Pero Carretero no desmerece a los clanes más pequeños, sino que dedica decenas de páginas a todos aquellos que, aunque a la sombra de los grandes clanes, colaboraron a llenar Galicia de droga en aquella época.

La situación dio un giro radical cuando el juez Baltasar Garzón entró en escena. La famosa Operación Nécora, aunque fue un fracaso a efectos de pararles los pies a los capos, rompió por fin con la idea, tan arraigada en las Rías Baixas, de que los narcos eran intocables. Los históricos, aunque siguieron con sus actividades, abandonaron la ostentación que los caracterizaba. Pero, como ya hemos dicho, el narcotráfico en Galicia continuó.

Y continúa a día de hoy. Es la idea principal que pretende trasmitir Nacho Carretero en el epílogo de su obra: «La mayoría de los gallegos perciben el narcotráfico como un recuerdo, en lugar de como una realidad viva (…). No se debe olvidar lo que todavía no ha terminado´´.

Nacho Carretero pone así punto final a su obra y puntos suspensivos al narcotráfico en Galicia. Una obra que permite al lector meterse de lleno en la sociedad gallega de la época y entender las causas que hicieron posible aquella situación. Para los lectores gallegos, especialmente para aquellos vecinos de Cambados o Vilagarcía de Arousa, el libro es una recopilación de historias que han vivido en sus propias carnes. Muchos de ellos, podrán ver retratados en las páginas de Fariña a sus familiares, amigos y vecinos. Y es que sus vecinos son, de hecho, los históricos capos.

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