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La mujer republicana, objetivo principal de aliados y enemigos

La Guerra Civil española es el conflicto que nunca se deja atrás. No porque no se quiera, sino porque no se debe. Y es que un país que olvida su historia está obligado a repetirla. No obstante, pese a que comúnmente se habla de este suceso como “un enfrentamiento fratricida”, la realidad que numerosos estudios han demostrado es que no fue sino la mujer republicana uno de los epicentros de la lucha, ejerciendo como objetivo tanto para los aliados como para su enemigo franquista.

Precisamente ahora, 82 años después de la finalización de la guerra, siguen saliendo a la luz crímenes terribles perpetrados contra ellas por parte de las tropas golpistas, como el descubrimiento de una nueva fosa común con 10 mujeres del bando democrático asesinadas en la localidad aragonesa de Farasdués, a los pocos días de que la zona fuese invadida en 1936. Un el estudio del historiador Francisco Espinosa que ha desvelado recientemente que, en los meses siguientes a la rendición republicana, se tomó a las mujeres como “botín” por parte de los soldados y altos mandos franquistas, pudiendo raptarlas, violarlas y matarlas como si de animales se tratase.

Este tipo de violencia no fue casual. De hecho, un rápido análisis a la propaganda de bandos durante el desarrollo del conflicto lo demuestra, pues el ejército sublevado centró en gran parte sus ataques contra ellas por salirse de su esquema tradicionalista. Al contrario que en la cartelería de los seguidores de Franco, que mostraban a las mujeres como sumisas amas de casa, que debían cuidar de los niños y esperar pacientes a su marido, pudiendo únicamente ejercer laboralmente como enfermeras, las representaciones republicanas las situaban en primera línea, muchas veces como milicianas al mismo nivel que sus compañeros hombres.

Cartel Juventud Socialista Unificada

El hecho de que la sociedad española pudiese asumir a las mujeres como iguales a los varones, con misma capacidad de derechos —como se plasmó con su derecho al voto aprobado en la Constitución de 1931—, y la misma posibilidad de lucha en el frente, hacía desestabilizar la idea de país que los franquistas pretendían recuperar de épocas pasadas, por lo que eliminar a conciencia a todas aquellas que defendiesen los ideales progresistas se tornó crucial.

Sin embargo, no ha de obviarse tampoco que en el bando democrático tampoco fue todo un camino de rosas, principalmente durante los tres años del enfrentamiento bélico, pues muchos de los soldados, pese a la ideología de izquierdas, las rechazaban por su sexo y las apartaban forzosamente de la lucha, relegándolas a tareas menores, sobre todo en las filas comunistas.

La cartelería republicana no engañaba, pues en frentes como el del Ebro, sobre todo en los bloques anarquistas, las mujeres fueron relativamente bien acogidas y entendidas como luchadoras por la libertad al mismo nivel. Aunque en muchas ocasiones se las utilizó como artefacto propagandístico para, por un lado, atraer a más mujeres al ejército y cubrir las bajas, y por otro, para transmitir una idea de inclusión e igualdad confrontando con la ideología derechista radical de sus contrarios.

Así, las convirtieron en foco del debate y la lucha sin dejar que tuvieran un peso real en uno y otro bando. Fueron o bien violadas y asesinadas, o bien sometidas y encorsetadas en un régimen franquista que muchas aceptaron por mera supervivencia; y en el lado opuesto de la trinchera, aun garantizados sus derechos, fueron en gran medida utilizadas por los altos mandos como meras figurantes. Vejadas por unos, manipuladas por todos.

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