Crítica de “El lado bueno de las cosas” (David O. Russell, 2012)
Every cloud has a silver lining…
La vida a veces nos gasta una broma y nos arrebata el que creíamos el sueño de nuestra vida mientras suena algo tan poético como nuestra canción de bodas. Nos descubre que tenemos un trastorno de bipolaridad no diagnosticado y nos encierra en un loquero para que aprendamos a ser positivos; para que consigamos movernos por una motivación intrínseca, aunque solo sea el querer volver a casa para recuperar lo que hemos perdido.
Como si de un intento de construcción de un guión a partir de la unión de situaciones kafkianas preestablecidas se tratara -¿qué hombre despierta a sus padres porque no le ha gustado el final de un libro?- la película divierte a pesar de tener un guión extremadamente sencillo y predecible.
O. Rossell nos presenta el juego que se traen Pat (interpretado por Bradley Cooper) y Tiffany (con una interpretación de Jennifer Lawrence que consiguió un Óscar) para alegrarnos el corazón con una comedia de enredos que supone un baile de intentos para decir adiós a un drama vivido: con una divertida interpretación de Cooper y Lawrence, a la que se suman puntos protagonizados por las supersticiones e intromisiones de Robert de Niro y Chris Tucker, se dibuja una historia que lleva al máximo nivel las consecuencias de acciones banales y no tan banales para acabar de película.
Gracias a las reacciones desmesuradas, todo sea dicho, a situaciones típicas y ya trilladas del cine americano por parte de los distintos personajes que aseguran al menos algún que otro ataque de risa, el espectador acaba convencido que el lema que soporta el protagonista es cierto, que en el fondo, uno solo que tiene que hacer todo lo que pueda y esforzarse al máximo para conseguir lo que quiere, y si mantiene el optimismo al menos siempre le quedará el lado bueno de las cosas… ¡Y una estupenda banda sonora!
